Juguete prestado

domingo, mayo 28, 2006

Me sorprendo diciendo palabras de amor para tí. Pensé que te habías ido con otra, que nunca más aparecerías. Tenía la esperanza de que tu voz se apagara en mis oídos y así obligara a mis sentidos a olvidar tus besos, tu aroma, el roce de tu piel con la mia, la belleza de tus palabras cuando sabías que algo iba mal.
Mentías. Todo era mentira, un gran teatro. Yo era la marioneta y tú el titiritero. ¿Ella? No sé, quizás un personaje más relevante que yo en todo tu drama.
Hoy la ví. La causa de todas mis desgracias, la hija del destino que ha jugado conmigo durante los últimos 200 días con sus horas, minutos y segundos de desolación. Pero no la odié. No percibí maldad en su mirada, ni cinismo en su alma. Estaba ahí, inmácula, bella, feliz. Y yo, me limité a apreciar su dicha desde la distancia, acompañada de la lluvia matutina y el ritmo de la última canción que escuché anoche antes de dormir.
Mi mente se ha ido de paseo. Desea encontrarte y ver con sus propios ojos la realidad por primera vez. Te busco, pero no te encuentro. Me acerco lentamente, hasta que creo escuchar el eco de tus palabras, la brisa de desamparo que me inunda cada vez que siento tu presencia cerca. Antes de salir corriendo, veo como besas a la desgracia en la boca, y por primera vez comprendo, que no eres mío, que nunca lo fuíste.

El puto destino me prestó el juguete favorito de su hija. Me gustaría no haberlo devuelto.

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