Quizás, quizás, quizás .

martes, noviembre 27, 2007


Y sí, quizás él tiene razón. Quizás todos estamos cambiando constantemente, pero no nos damos cuenta. Quizás esté bien tener miedo, es natural ,pero como él dice, hay más esperanza que miedo.
Después del 99 y "Soplan vientos de cambio", odié el azul y amarillo y me cuestioné qué tan importantes eran los cambios en la vida de la gente. Hoy, a mis 19 , con un poco más de experiencia y menos claridad mental, me enfrento al enésimo cambio en una vida manejada por las mochilas y camiones de mudanzas. Y es que después de tanto ir y venir, ¿puedo tener ese sentimiento de pertenencia? o ¿estoy destinada a la vida nómade el resto de mi vida?
Debo ser sincera, cuando el 2004 por fin el señor Rebolledo y la señora González decidieron quedarse en sus respectivos hogares, a 5 minutos en auto y 25 en bici, pensé que el entuerto se había arreglado, que no habrían más sorpresas del tipo "arregla tus cosas que nos vamos", pero me equivoqué. Tan sólo dos años después, tuve que venir sin cama, pero con petacas, a este nuevo lugar, a 2 horas y media en avión y 28 en bus. Mañana me voy, en avión por suerte, y no estoy emocionada, triste o feliz. Dejo otra vida, como tantas otras que he vivido en tan pocas primaveras, con sus altos y bajos, con su magia y monotonía, con su dulzura y amargura, pero sobre todo con tantos ellas y ellos.
¿Habrá algún día en que pueda dejar de dejar ellas y ellos desperdigados por el mundo? Quizás si, quizás tenga sólo un número telefónico al cual llamar, una sola cama donde dormir y un solo clóset para guardar la ropa. Quizás algún día pueda usar las mochilas sólo para viajar y dejaré de ser una Verónica con doble vida. Pero no crean que sufro de amnesia con cada cambio. Lo más probable es que me pase lo que siempre me pasa, que al estar al otro lado me de cuenta de lo triste que es abandonarlos y lo lindo que será recordarlos.

Adiós, Mamá, Alicia, Don Miguel, José Miguel, Cristian, Mary, Caro, Chechu, Isa, Fiore, Juanita, Nacho, Meli, Mandy, Nachin, Sofi, Dany, Nico, Bele, Luis, Martín, Ali , SALLY !

Hola de nuevo a todos aquellos que fueron pacientes, sobre todo a él.. que le bastó una noche para esperarme diez meses ,y a mi amiga personal Mondaca, que siempre me acompañó cibernéticamente a pesar de la distancia.

Y un gran hasta pronto a la partida que más me duele, la tuya Mana, pero lo lindo es que no te vas sola, te vas con el Waldi y una libreta de por medio :D

En la próxima entrada, estaré al otro lado de la cordillera.

silla pipol.

Últimas cuatro funciones de TÁCITO

miércoles, noviembre 21, 2007


Y si, se fue la bolita... ya empezaron las funciones de Tácito, el tercer montaje de la Compañía Danza Concreta (http://danzaconcreta.blogspot.com).

“El montaje de Danza Contemporánea “Tácito”, es una mirada a la relación del hombre urbano con sus lugares de hábitat, una revisión de la atrofia corporal producida por la vida en espacios reducidos y por el mínimo compromiso físico que requieren las actividades que el hombre actual realiza a diario. La puesta en escena plantea la reflexión en torno al modo en que el ser humano ha restringido sus posibilidades corporales, en función de la creación de espacios completamente estandarizados”.

Dirección: Carola Rebolledo
Intérpretes: Mauro Concha, Verónica Tapia Juan Torrejón
Música: Jorge Martínez
Escenografía: Carola Matamala, Daniela Monterrosa
Vestuario: Loreto Monsalve.
Producción: Waldo Urquiza.

Y sabe que es lo más entretenido? que esta obra es completamente GRATIS !
Se presenta sábados y domingos a las 20.30 hrs. en la sala Pablo Neruda del Metro Quinta Normal.
Bueno señor lector, si desea un adelanto entre al blog y verá una linda sinopsis :D

Ausencia de Violeta.

lunes, noviembre 12, 2007

Esto debería estar en el otro blog ..pero en fin.
Amo a la Violeta, la admiro, la entiendo, la escucho, la quiero ...
Es sabia, hermosa, dulce, sensible .. y siempre me da respuesta cuando su nieto
y los demás no pueden.



Por qué me vine de Chile
tan bien que yo estaba allá
ahora ando en tierras extrañas
¡ay! cantando pero apená

Tengo en mi pecho una espina
que me clava sin cesar
es mi corazón que sufre
¡ay!, por su tierra chilena

Quiero bailar cueca
quiero tomar chicha
quiero ir al mercado
y comprarme un pequén
ir a Matucana
y pasear por la Quinta
y al Santa Lucía contigo mi bien

Antes de salir de Chile
yo no supe comprender
lo que vale ser chileno
¡ay!, ahora si que lo sé

Igual que lloran mis ojos
al cantar esta canción
así llora mi guitarra
¡ay!, penosamente el bordón


Quiero bailar cueca...

Que léjos está mi Chile
lejos mi media mitad
qué lejos mis ocho hermanos
¡ay!, mi compadre y mi mamá

Parece que hiciera un siglo
que de Chile no sé ná
por eso escribo esta carta
la mando de aquí pa' allá


Quiero bailar cueca...

endógena.

domingo, octubre 28, 2007


Endógena se llamaba y lo acompañaba desde hacía muchos años. Ella la conocía, cada cierto tiempo hacía desagradables visitas a su padre y la casa se ensombrecía. Siempre quiso comprenderlo, quería entender el por qué de la ausencia de su sonrisa y la tristeza de sus ojos pardos. Ella, al contrario, siempre brillaba. Le escribía cartas y le pedía a Endógena que se fuera, que no volviera más, que dejara libre esa casa. No siempre le hacía caso, pero un buen día, el sol entró libre por las ventanas y él se levanto. Sus ojos recuperaron la alegría y su sonrisa nunca más abandonó su rostro.

Una vez, ella preguntó por qué Endógena volvía cada cierto tiempo. Su madre respondió que era algo así como "parte de la familia" y que por más que lo intentaran nunca se iría, "hay que hacerse la idea", dijo. Y tenía razón. Hoy han pasado varios años desde su última visita, pero ya no quiere a los ojos pardos, sino que viene por Ella. Comenzó a seguirla por los intrincados caminos que la llevan a casa, se metió en su cama y alteró sus sueños, envenenó su comida, ensució sus ropas y terminó por enfermarla. De pronto, sin motivo aparente , Ella se vio atrapada sin salida en sus turbias redes.

Como era previsible, nadie lo notó. Ella lidió con todo, como aprendió a hacerlo desde pequeña, pero esta vez fue distinto. Se sentía sola, sola y desgraciada. De repente se quedó sin fuerzas y decidió no salir más de su casa. Miraba la playa a través de la ventana, las puestas de sol, las parejas de enamorados, pero no era capaz de levantarse de su cama. Un día, no pudo comer más, vomitaba apenas probaba bocado y comenzó a adelgazar. "Siempre quise ser más flaca", pensaba, "Quizás pueda sacar algo bueno de todo esto", pero se equivocaba. Con el correr de los días, perdió todo su atractivo, sus ojos almendrados se apagaron, su cabello perdió el brillo, sus piernas no bailaron más y su corazón disminuyó los latidos.

Cada nueva mañana era idéntica a la anterior, había perdido su vida y Endógena la miraba desde el umbral de la puerta con una sonrisa burlona. Hasta que una soleada tarde Ella no soportó más, la miró fijamente y dijo con la última de sus fuerzas :"¿Por qué no te vas de una vez?, ¿Por qué no me devuelves mi vida?". Endógena fijó la mirada en su demacrado rostro. Había logrado destruirla, la había despojado de todo aquello en lo que creía, la había transformado en un trapo viejo ... Luego de una larga pausa, abrió la boca y respondió suavemente :"Porque necesitaba que tú me echaras" ...

Y así fue como Endógena hizo sus maletas, se acercó a Ella por última vez y la despertó de una larga pesadilla.




paparazzeo mañanero.

martes, octubre 16, 2007




en la mas SQP.
una mañana de domingo en tu casa.
era la cuarta vez que te veía .
después fuimos a misa y apretaste mi mano.
en la noche te dije que te amaba.
en la noche me dijiste que me amabas ...
y a la luz de la luna me avisaste que esto no tenía fin .

te amo.

el regalo.

martes, septiembre 25, 2007

Siempre me gustaron los regalos. Me producía una indescriptible emoción rasgar el papel y tratar de adivinar que escondía, dilataba el momento de la verdad hasta que mis manos eran más ágiles y desnudaban el pequeño tesoro. Cuando era alguna fecha especial y tenía muchos me tomaba el tiempo de analizarlos antes de pensar siquiera en abrirlos. Después de un tiempo me hice experta en papeles, tipos de envoltura, cintas y las más diversas formas de rositas e incluso podía adivinar quien me había regalado qué sin siquiera sacar el scotch.
En mi casa, para navidad todos me pedían que envolviera sus regalos y que les pusiera algo especial. Así aprendí que a mi hermana le gusta el papel azul paquete de vela, que los obsequios de mis sobrinas debo distinguirlos con sus nombres, que a mi mamá le gustan las rosas simples y que la esposa de mi papá comparte mi gusto por los colores brillantes.
Pero no todo era felicidad y papelitos de colores en mi vida. Un día me enamoré sin previo aviso de un increíble y hermoso hombre que apareció una noche de luna llena. No sé de dónde salió. De pronto estaba sentada sola en la playa y un minuto después la noche se vio iluminada por los ojos más maravillosos que he visto. Él se sentó a mi lado sin pedir permiso y me habló de su vida, de filosofía, de libros, de la noche, de la luna, del aire, del mundo y de tantas cosas que no escuché por el extraño estado de hipnosis en el que me encontraba. Estaba tan encantada con su risa y sus palabras que olvidé preguntarle su nombre y si es que me lo dijo ya no lo recuerdo.
Una tarde llegó a mi casa. Tocó el timbre, abrí la puerta y todo pasó muy rápido : Me miró, lo miré, me besó, lo besé, me habló, no hablé, me preguntó, no respondí, me abrazó, lo abracé, tomó mi mano, no me solté, me llevó, me deje llevar, me sacó la ropa, saqué la suya, me hizo el amor, le hice el amor, me amó, lo amé, me hizo dormir, dormí, desperté y no estaba. En vez de su cuerpo, a mi lado encontré un paquete envuelto prolijamente en papel café, con una clásica cintita roja importada (probablemente china) en forma de rosa y un marcador de páginas sobre la almohada. En mi desesperación por no encontrarlo, tomé la ropa y corrí por el pasillo para ver si lograba alcanzarlo, pero se había ido sin dejar nada a su paso, excepto aquel misterioso regalo sobre la cama.
Esa mañana no me vestí, me quedé acostada examinando el paquete, único recuerdo de aquella extraña noche, única prueba de que él si estuvo aquí y que no fue una ilusión o un divague de mi mente truculenta. No me atreví a abrirlo, no fui capaz. Quizás si lo tocaba podía disolverse y si eso pasaba lo perdería todo, a él y a su regalo.
Después de un tiempo, el regalo se hizo parte de mi vida, lo dejé en un privilegiado lugar de mi habitación que miraba hacia el mar, lo acompañé de una planta, le compré un espejo para que no se sintiera solo y de vez en cuando le cantaba canciones de amor. Aunque le pregunté mil veces que era lo que ocultaba nunca obtuve respuestas, él se limitaba a decir que debía descubrirlo por mi misma y que si era paciente las respuestas llegarían pronto a mi corazón.
La espera se hizo un poco más llevadera gracias a la amistad que logramos entablar y comenzamos una vida en común sin mayores sobresaltos, hasta que 100 días después de su primera y única visita él volvió. Nuevamente tocó el timbre, abrí y todo fue muy rápido. Después de besarnos como dos adolescentes y hacer el amor al calor de esa cama que tanto lo extrañaba, tapó mis ojos con su mano y al oído me preguntó ¿Por qué nunca abriste el regalo?. Porque temía que se desvaneciera como tú, respondí. ¿Nunca te intrigó saber qué era? Sí, pero supuse que era un libro y con eso me bastó. Me miró con ternura, salió de la cama y tomó el regalo entre sus brazos. Lo dejó sobre mi vientre desnudo, me besó lentamente en la mejilla y dijo con voz dulce que me amaba y que tenía que aprovechar este momento, porque los amores condenados a cien años de soledad no tienen una segunda oportunidad en la tierra ...
Y ahí lo supe, supe que él era el amor de mi vida y que el Gabo descansaba dentro de la cárcel de papel.

Gracias por el regalo, dije.
De nada, respondió.

Maruja : Capítulo Dos.

jueves, septiembre 13, 2007

Mi hermana era la niña mas desagradable que pisaba la tierra. Todos la recuerdan como una vieja chica que hacía todo tipo de preguntas capciosas y que además era mimada y mañosa. Pero eso no era un problema para la Maruja, ella sabía lo que era lidiar con niños malcriados, no por nada era profesora.
Muchos de los que leen o leerán este relato en el futuro creerán que estoy creando un falso ensalzamiento de una persona que como todas cometió grandes errores, pero para mí el único que cometió fue amar demasiado. No justifico los que pueden ser considerados como malos actos, pero sólo le recuerdo a todos los personajes de esta historia que mientras ella nos guió con su olor a anís nunca nos faltó un abrazo, una caricia o un simple plato de porotos con mazamorra.
A pesar de su pequeña figura era seleccionada de básquetbol de su colegio y nadie pensaría que esa mujer de baja estatura y grandes aspiraciones se casaría con un hombre de campo, trabajaría en una escuela y construiría con sus propias manos la casa de la familia. Luego de salir de la Normal, y ya casada, se trasladó con su marido y su hijo recién nacido a un terreno barato en estación central que mañana será entregado a una multinacional para que construír ahí un supermercado.
Una vez me contó que cuando llegaron ahí el piso era de tierra, no tenían baño y que todo lo habían construido ellos mismos. Mi madre recuerda que andaba en triciclo en el patio y que para el 18 curaba hilo con su hermano en ese mismo lugar. Pero lejos, el rincón más místico de la casa era su habitación. Ahí pasó horas hablándonos de la vida hasta que la suya terminó. Cuando descubrió que mi hermana era imbancable decidió sacar sus técnicas de normalista jubilada, la subió arriba de su cama, le compró un cuaderno y un lápiz en el bazar de la esquina y silabario en mano encontró la solución al problema. Tan solo unos días después, la otrora criatura insoportable se transformó en una lectora nata llevada a mágicos mundos por su peculiar profesora, quien logró lo impensado, domar a la bestia.
Por motivos del destino que no viene al caso recordar, yo perdí diez años de su presencia. Pero tampoco fue para mí un fantasma, sino un extraño ángel que llamaba en fechas especiales, me decía princesa y me hacía extraños regalos. Cuando fuí un poco más grande jugábamos a vernos a escondidas y me invitaba a pasar interesantes estadías en su casa en la época estival. Me convencía diciendo que tenía un gran estanque de agua cristalina en su jardín y que si aceptaba quedarme con ella nos podríamos bañar juntas. Después de alimentarme en exceso (siempre me encontraba flaca) me pedía que la ayudara en sus labores domésticas, luego dormíamos siesta y cuando nos daba calor, nos vestíamos de flores y nadábamos eternamente. Una vez hasta conocimos una sirena que nos regaló un collar de perlas a cambio de un abrazo. Las dos la tomamos por la cintura y la abrazamos con fuerza entre risas. Obviamente nuestras aventuras siempre fueron un misterio para todos y prometimos nunca decir que hacíamos en las tardes de verano.
Ahora que se acerca la primavera recuerdo que ella no alcanzó a vivirla. El último día que salió de su casa nevó y creo que se fue con la idea de un eterno invierno. Aquella tarde de septiembre cuando me despedí de ella no dijo nada, ni siquiera me miró. Yo le di un beso en la frente, apreté su pequeña mano, y le di las gracias en un idioma que sólo nosotras entendíamos, el de las sirenas.