un vaso de leche.

domingo, agosto 26, 2007



en la mañana quise leche. fue un extraño antojo tomando en cuenta que no tomo hace ya bastante tiempo. lo más raro es que no la quise chocolatada, sino asquerosamente blanca. puse los pies en el suelo con la sola idea de llegar lo más rápido a la cocina. y ahí estaba, el vaso sobre la mesa, incolumne, perfectamente blanquesino y frío. lo miré un rato preguntándome quien lo había servido. me pareció extraño que alguien pudiera entrar a mi casa sin darme cuenta y decidí revisar cada rincón, pero como siempre, estaba sola. con cierto recelo lo olí, quizás estaba envenenado y en cinco minutos más caería muerta contra el piso, o peor, alguien podría entrar impunemente por la ventana y revisaría cada una de mis pertenencias personales.
después de un largo rato de inspección me rendí. al parecer no había nada fuera de lo común en ese amenazante pedazo de vidrio y al final decidí beber la leche rápidamente y tapándome la nariz como lo hacía cuando chica. en el momento en que empiné mi brazo y dirigí el brebaje hacia mis labios oí un grito ensordecedor. para mi sorpresa provenía del vaso. una mujer estaba ahogándose dentro y gritaba desesperada que la sacara, que no la bebiera, que no sabía nadar y que no le gustaba la leche. debo reconocer que tuve que esforzarme para no dejarla caer contra el suelo en el momento preciso en el que ella me habló. ¿cómo era posible? ¿cómo llegó ahí? ¿existen humanos de ese tamaño o este es otro de mis divagues matutinos?, quizás esto es un sueño y ahora que lo sé sólo debo darme la orden de despertar. lo hice, pero seguí con mis pies en la fría baldosa de la cocina con el vaso en la mano derecha y los ojos clavados en esa mujer que se ahogaba en la blanca marea.
¿cómo te saco?, pregunté.
con una cuchara, respondió.
busqué la cuchara más pequeña que encontré, una de esas de café y le dije que se afirmara. su pequeño brazo se aferró con fuerza a su salvavidas metálico y sacudió su cabello blanco y mojado. me indicó que la dejara sobre un plato y así podría estrujar su ropa. hice lo que me pidió y la miré largo rato. entre todo el caos no me había percatado de lo parecidas que éramos. sólo algunas nimias diferencias nos alejeban de ser clones. sus ojos eran más grandes, su pelo más largo, sus pechos más pequeños y su mirada más infantil.
hace cuánto no tomabas leche?, preguntó.
varios años, desde que murió mi abuela, ¿por qué?
porque tardaste demasiado en reconocerme, pensé que serías un poco más rápida.
¿reconocerte? ¿cuántas personas de cinco centímetros crees que conozco?, respondí un poco alterada.
soy más que una persona de cinco centímetros maría.
cresta!, sabe mi nombre, pensé, pero me quedé callada y la dejé hablar.
llevas demasiado tiempo sola, tu casa está preocupada. todos los objetos aquí están demasiado cargados, ni siquiera tienes alma maría, me fuí de tí hace un par de meses y ni cuenta te diste. estás tan preocupada de tu infelicidad que olvidaste quien eres.
para, ¿me estás diciendo que tú eres mi alma? este sueño está yendo demasiado lejos .. despierta maría! despierta ....
no estás soñando maría, escúchame. tú no eres para esto, debes salir, ver el sol y confiar. confiar en que las buenas cosas que te pasan son ciertas, sin ellas no puedo vivir en tí y no es por creerme demasiado importante, pero sin mí no tienes un buen porvenir. ahora deja de mirarme con esa cara de pregunta culposa, ponme de nuevo dentro del vaso y bebe la leche como cuando tu abuela te despertaba en las mañanas de invierno.
la ví con su pelo rubio platinado a los pies de la cama. traía una bandeja con un pan frica con queso y jamón recién hecho y un vaso de leche tibia. yo le decía que no quería, que no me gustaba y ella me miraba con su cara de profesora y me decía que hacía bien tomar cosas calientes en la mañana. entonces le echaba una mirada de resignación y enojo y bebía rapidamente ese líquido tan desagradable. cuando por fin terminaba el suplicio ella me premiaba con una sonrisa.

dejé el vaso en el lavaplatos con el rastro blanco aún en él, corrí por el pasillo, entré al baño y me miré al espejo. había recuperado el negro color de mi cabello que había perdido los últimos meses, mis ojos recobraron ese brillo que otrora conquistaba corazones y por primera vez en varias semanas pude esbozar una sonrisa.

esa tarde salí al patio, me mojé bajo la lluvia y bailé son una felicidad que no conocía.


foto by,
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